En 2018, Tom Finn llevó a su padre, Nigel, a una cita de fisioterapia. Nigel vivía con demencia vascular, que puede presentar síntomas similares al Parkinson, un trastorno neurológico progresivo caracterizado por temblores, rigidez y problemas de equilibrio. Estaba perdiendo la capacidad de andar.
El fisioterapeuta le habló de los “marcadores”, unas líneas de colores colocadas en el suelo que pueden ayudar a los pacientes con Parkinson a superar sus dificultades para caminar. Finn no estaba tan convencido; no entendía cómo unas simples marcas en el suelo podían ayudar a su padre; al llegar a casa, colocó unas bandas de ejercicios de colores en la cocina y observó asombrado cómo su padre las recorría con facilidad.
Una “señal divina”
La “señalización externa” funciona utilizando indicaciones visuales, auditivas o táctiles: cintas de colores en el suelo, un metrónomo o vibraciones físicas, para activar vías neuronales no afectadas por la enfermedad. “Puede apoyar a las personas en centrar su atención y ayudarles a dar ese primer paso y superar el bloqueo”, afirma Claire Bale, directora asociada de investigación en Parkinson’s UK, una organización de investigación y apoyo sin fines de lucro del Reino Unido.
Aunque Finn trabaja en marketing y producción de video en Londres, quedó impresionado por la eficacia de esta sencilla táctica, pensó que era demasiado básica para ser útil. En aquel momento, las gafas de realidad aumentada de marcas como Magic Leap comenzaban a comercializarse y Finn se preguntó si podían proyectar líneas virtuales en el suelo que sirvieran de indicación. Con esa visión en mente, fundó la startup Strolll.
“Dos años después, Strolll tenía alrededor de 50 libras en el banco y nada de personal”, recuerda Ellis, un neozelandés con experiencia en startups de muebles que había llegado al Reino Unido en busca de su próxima empresa. Su abuelo vivía con Parkinson desde hacía más de una década, y cuando conoció a Finn a través de un contacto mutuo, vio inmediatamente lo prometedor del negocio. Se incorporó a la empresa como director general y trató de demostrar que “las señales basadas en realidad aumentada eran científicamente válidas”. Ellis y Finn no tardaron en encontrar a un grupo de académicos de la Universidad VU de Ámsterdam, dirigidos por Melvyn Roerdink, que estaban trabajando en algo parecido. Stroll adquirió el registro de propiedad intelectual y, con Roerdink como director de innovación, desarrollaron y probaron la tecnología, ahora llamada Reality DTx.
El negocio de Strolll
En lugar de bandas físicas como las que utilizaba Finn, el software de realidad aumentada de la empresa simula líneas de colores en el suelo delante del usuario, y cada línea desaparece a medida que este se aleja de ella. Un ensayo clínico, apoyado por Strolll, confirmó que la tecnología de señalización era viable y obtuvo resultados prometedores. En un momento de escasez de fisioterapeutas, también podría ayudar a realizar ejercicios de rehabilitación.
El software incluye juegos de realidad aumentada como “golpea al topo” y baloncesto, pero diseñados en torno a movimientos funcionales que ayudan a las personas con Parkinson. Mark Ross, un hombre al que diagnosticaron el trastorno hace ocho años, a la edad de 36, y que ahora dirige la estrategia creativa y de marca de Strolll, afirma que estos juegos pueden ayudar a superar la apatía y la depresión, que también son síntomas del Parkinson. “Saber que tienes que hacer ejercicio no hará que te pares de la silla, la gamificación hace que los ejercicios resulten mucho más atractivos”.
Los lentes Magic Leap con los que funciona el software cuestan 3,000 euros (unos 3,800 dólares) y Strolll cobra más de 300 euros (aproximadamente 315 dólares) al mes por sus servicios, pero Ellis sostiene que es más rentable que 30 sesiones de media hora con el fisioterapeuta. En última instancia, el objetivo de la compañía es convertirse en el “sistema de rehabilitación más utilizado del mundo”. Incluso tienen un plazo concreto en mente: 7 millones de minutos de rehabilitación con el dispositivo Strolll en una semana hasta la el 31 de diciembre de 2029. Para entonces, Ellis espera que su servicio pueda utilizarse en todo tipo de afecciones neurológicas; desde ictus, la pérdida del flujo de sangre a una parte del encéfalo, hasta esclerosis múltiple. “Hay una oportunidad casi ilimitada”, concluye.
Artículo publicado originalmente en WIRED UK. Adaptado por Alondra Flores.