El Parlamento británico podría tomar medidas drásticas contra el uso de smartphones entre los jóvenes. Un proyecto de ley presentado por un diputado laborista propone la prohibición de los teléfonos en las escuelas y aumentar la edad a la que los niños pueden consentir que las empresas de redes sociales usen sus datos.
Las restricciones a los teléfonos inteligentes han aumentado en el Reino Unido, impulsadas por el temor a que estos dispositivos estén deteriorando la salud mental y la capacidad de concentración de los niños. ‘Smartphone Free Childhood’, un grupo importante de presión inspirado en el libro de Jonathan Haidt The Anxious Generation: How the Great Rewiring of Childhood Is Causing an Epidemic of Mental Illness (La generación ansiosa: Cómo la gran reconexión de la infancia está causando una epidemia de enfermedades mentales) pide a los padres que no compren smartphones a sus hijos hasta que tengan al menos 13 años. Florida ya aprobó una ley que prohíbe a los menores de 14 años tener cuentas en redes sociales, y Australia estudia restricciones similares.
Prohibir no es la solución
Pero los académicos advierten de que es poco probable que las prohibiciones de los teléfonos inteligentes y las redes sociales sean una solución universal a los problemas a los que se enfrentan los jóvenes. Los expertos en el impacto de las tecnologías digitales sostienen que la legislación podría acabar excluyendo a los niños de los beneficios potenciales de los smartphones, y que se debería presionar más a las empresas de medios sociales para que diseñen ‘mundos digitales mejores’ para los niños.
Aunque el último proyecto de ley propuesto en el Reino Unido carece de detalles, el diputado que lo presentó, Josh MacAllister, adelantó al programa de radio Today que impediría a las empresas de plataformas sociales hacer uso de los datos de los jóvenes hasta que cumplieran los 16: “Podemos proteger a los niños de muchas de las características adictivas de mal diseño que provienen de las redes”. La iniciativa de ley también haría legalmente vinculante la prohibición de los teléfonos en las escuelas.
La propuesta se presentó en la Cámara de los Comunes el 16 de octubre y se debatirá el 7 de marzo de 2025. MacAllister lo expone como un ‘proyecto de ley privado’, una forma de que los diputados que no son miembros del gobierno propongan legislación. Aunque rara vez se convierten en ley, pueden servir para dar publicidad e influir en la legislación gubernamental. El Secretario de Estado de Sanidad y Asistencia Social, Wes Streeting, publicó en X un mensaje de apoyo al proyecto de ley, escribiendo que la preocupación por el uso de los teléfonos inteligentes y su impacto en la salud mental hacen que sea “un debate realmente oportuno”.
El Ministerio de Educación británico ya pide a los colegios que prohíban el acceso a los celulares durante toda la jornada escolar, incluidos el recreo y el almuerzo. Según un estudio del grupo de expertos Policy Exchange, el 99% de los centros de secundaria tienen algún tipo de prohibición, aunque solo el 11% exige a los niños que dejen el teléfono en casa o lo guarden bajo llave al comienzo de la jornada. Otros países, como Grecia y Francia, tienen normativas similares.
¿El uso de teléfonos realmente dañan a los niños?
“Sabemos poco sobre el impacto de las prohibiciones de smartphones en las escuelas. Son escasos los estudios de calidad en este campo, y los que se han hecho a menudo apuntan en direcciones contradictorias”, comenta Sonia Livingstone, profesora de la London School of Economics que estudia cómo afectan las tecnologías digitales a los jóvenes. Según Livingstone, hay pruebas suficientes para sugerir que impedir que los niños accedan a sus celulares mejora la concentración, pero es mucho más difícil asegurar que prohibir los teléfonos conduce a menos acoso o a más juego: “La investigación es realmente insuficiente para eso”.
Livingstone refiere que separar el impacto de los teléfonos en cuestiones específicas como el acoso, la salud mental, el tiempo de sueño, el ejercicio y la concentración es muy complicado. También señala la falta de servicios de salud mental para los jóvenes y las malas condiciones salariales de los profesores como otros posibles problemas que se pasan por alto en favor de la prohibición de los dispositivos inteligentes: “Los smartphones pueden ser parte del problema, pero también se utilizan como solución universal. Parecen la parte sobre la que podemos actuar y simulan ser la novedad más obvia”.