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TN PRESS

La extrema violencia prevalece

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La violencia tiene una asiduidad preocupante en asuntos diarios, pasando a tenerse episodios extremos como normales.

La contemporaneidad se ha vuelto bajo el principio de dañar al otro, no precisamente para autodefensa o por instinto de supervivencia, sino por envidia, y trastornos emocionales.

Pequeñeces son sancionadas con extremos, “ley” de la mafia que castiga con atrocidades, fuerzo oficial que tortura y gobierno que oprime, miente, y fomenta la pobreza, también recrudecen violencias que hacen habitual lo que no debería.

Este desequilibrio, donde no se tiene términos medios, donde el diálogo dirigido a resolver entredichos está ausente,  encamina a una sociedad sin más alternativa que lo irracional.

Aflora el lado bestial del hombre, y sus instintos para peor de males se avezan  al daño al otro, por nimiedades.

La preeminencia de ese desequilibrio convierte en bárbaros, pese al gran avance de la tecnología.

Este retroceso tiene explicación en la degradación de las familias, donde la educación en valores, y principios se ha dejado de lado, construyéndose comunidades de salvajes, maleducados e inconsecuentes.

La familia corrompida, expone a más de lo mismo.

No existe espiritualidad que pueda hacer frente al lado materialista y desrespetuoso que sobresale.

La ceguera al respecto, es sencillamente por la comodidad de casi todos. Los roles se invirtieron y hoy la familia no sustenta nada.

Los pilares morales y éticos pasaron de moda y el relativismo hace que la base realmente sea el egocentrismo humano, y el poco interés en el resto.

Se educa para la violencia, se aplaude y se justifica.

Lo brutal tiene efecto de círculo vicioso  por lo que pese al desinterés, terminará por alcanzar a todos.

La dolencia social que se tiene, debe llevar a una reflexión real y útil. Recomponerse es necesario para devolver el equilibrio, y retrotraerse a lo correcto.

Es necesario visualizar que la violencia nace del propio ser humano, y que se transmite como una epidemia dañina y con secuelas que arrastran a generaciones completas. No es un mal de otro planeta, ni de lejanas tribus, es una realidad social presente y propia.

No se puede seguir en este esquema de dolor, e inacción. Lo impropio no debe seguir arropando comunidades, y las exigencias deben encaminarse a corregirse y a instar a quienes nos representan lo mismo.

Las instituciones no funcionan y colaboran para que la “ley de la selva”, tenga vida plena.

Todo está funcionando mal y es el fiel reflejo de propias personalidades.

Es inconcebible que se avance a cada día en rubros tecnológicos y científicos, mientras que se involucione en la esencia misma del ser humano.

La reingeniería humana en lo relevante, será la garantía que las generaciones futuras podrán aspirar a mejores tiempos. El ser humano con inteligencia debería tender a ser pacífica, pues se supone que al dominio de la razón, lo instintivo, brutal desaparecen. La deshumanización no es más que la involución notoria.






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