Las fachadas de las estructuras edilicias dan una primera impresión de su contenido, y en ocasiones disimulan suficientemente deficiencias internas. Sin embargo, ni siquiera eso se tiene en salud pública, pues las “caras” de los hospitales, en su gran mayoría, lo dicen todo. Tan solo apuntar a algo absolutamente básico como la infraestructura en Salud Pública, nos indica el parámetro de la realidad del servicio.
Es imagen plena de cómo se está en el resto, ya que la necesidad, carencias, son los únicos elementos que no faltan en un deplorable servicio estatal. Es penoso que en todo este tiempo de sucesivas administraciones no se haya avanzado en nada en materia edilicia en los hospitales regionales, y principalmente a nivel Alto Paraná. La “cara” expone el real estado interno. Los hospitales dependientes del Ministerio de Salud siguen distando de lo necesario y requerido.
Predios con paredes avasalladas por la humedad, techos con goteras, pisos rotos y sucios, sanitarios indescriptibles, no son señales de un hospital, ni siquiera de un kiosquito, por lo que de por sí se expresa realidades patéticas. Como mínimo un nosocomio debe presentar el aspecto de hospital, y no porque se trata de gente con menores posibilidades económicas significa que tengan que estar en las citadas condiciones.
La salud no es un artículo cualquiera, sino es lo principal para la subsistencia y calidad de vida. Cualquier administración entiende que tiene la obligación legal y moral de permitir el acceso y atención integral de los suyos, pero no de publicidad. La carencia es casi total y no solo en un puesto de salud, sino incluso en hospitales cabeceras. Al desatender a la salud, al obviar por lo menos intentar dotar de infraestructura a los nosocomios, se avala el padecer de la mayor parte de la población.
No es cuestión de sensibilizarse, sino de cumplir el papel que corresponde como autoridad. La mediocridad de un Gobierno no solo es una cuestión pintoresca, sino un hecho que genera desconcierto, dolor y muerte. La salud de la gente es la prioridad para cualquier estadista, más aún viendo la situación actual. Falta voluntad política, y por sobre todo criterio para quienes manejan la cartera. Primero se debe pensar en las condiciones de salud de la ciudadanía, y luego interesarse por el aspecto económico o partidario. La enfermedad no espera.
Es hora de tener a gente que de verdad se preocupa por quienes no tiene la posibilidad de acceso a la medicina privada, y no solo congraciarse con afines para nombrar a ministros. El pueblo ya fue suficientemente afectado por improvisaciones y desidias. Es momento de preparar planes conducentes, mejorar la infraestructura y dotar de insumos a los hospitales públicos.
Es deber de toda administración de poder, permitir tener una mejor salud a sus ciudadanos, hecho que redundará en calidad de vida de quienes por desigualdades humanas no tienen la misma suerte de quienes manejan los hilos del país. La salud es un pilar del Estado, y como tal requiere de una preocupación y ocupación mayor.