Este artículo ha sido publicado en The Conversation bajo una licencia de Creative Commons.
Parece que nos estamos acostumbrando a que la Tierra arda. Recientemente, más de 70 incendios forestales ocurrieron simultáneamente en Grecia. A principios de 2024, Chile sufrió la peor temporada de incendios forestales de su historia, con más de 130 muertos. El año pasado, los incendios forestales de Canadá, que batieron récords, ardieron de marzo a noviembre, y en agosto, las llamas devastaron la isla de Maui, en Hawai. Y la lista sigue y sigue.
Viendo las noticias, da la sensación de que los incendios catastróficos extremos ocurren cada vez con más frecuencia, y por desgracia esta sensación se ha confirmado ahora como correcta. Un nuevo estudio publicado en Nature Ecology & Evolution muestra que el número y la intensidad de los incendios forestales más extremos de la Tierra se han duplicado en las dos últimas décadas.
Los autores del nuevo estudio, investigadores de la Universidad de Tasmania, calcularon primero la energía liberada por diferentes incendios a lo largo de 21 años, desde 2003 hasta 2023. Para ello utilizaron un sensor por satélite que puede identificar el calor de los incendios, midiendo la energía liberada como “poder radiativo del fuego”.
Los investigadores identificaron un total de 30 millones de incendios (técnicamente 30 millones de “sucesos de incendio”, que pueden incluir algunos conglomerados de incendios agrupados). A continuación seleccionaron los 2,913 con mayor energía liberada, es decir, el 0.01% de los incendios forestales “más extremos”. Su trabajo muestra que estos incendios forestales extremos son cada vez más frecuentes, y su número se ha duplicado en las últimas dos décadas. Desde 2017, la Tierra ha experimentado los seis años con mayor número de incendios forestales extremos (todos los años excepto 2022).
Es importante destacar que estos incendios forestales extremos también se están volviendo aún más intensos. Los clasificados como extremos en los últimos años liberaron el doble de energía que los clasificados como extremos al inicio del periodo estudiado.
Estos resultados coinciden con otras pruebas recientes de que los incendios forestales están empeorando. Por ejemplo, la superficie forestal quemada cada año está aumentando ligeramente, lo que conlleva el correspondiente incremento de las emisiones de carbono forestal. (En realidad, la superficie total quemada cada año está disminuyendo, debido al descenso de los incendios de pastizales y tierras de cultivo, pero estos incendios son de menor intensidad y emiten menos carbono que los incendios forestales).
La gravedad de las quemas (un indicador de la gravedad de los daños causados por un incendio al ecosistema) también está empeorando en muchas regiones, y el porcentaje de tierras quemadas afectadas por quemas de alta gravedad también está aumentando a nivel mundial.
Aunque las perspectivas globales no son buenas, existen diferencias notables entre las distintas regiones. El nuevo estudio identifica los bosques boreales del extremo norte y los bosques templados de coníferas como los tipos de ecosistemas críticos que impulsan el aumento mundial de los incendios forestales extremos. Presentan el mayor número de incendios extremos en relación con su extensión y muestran el empeoramiento más drástico a lo largo del tiempo, al tiempo que registran un aumento de la superficie total quemada y del porcentaje quemado de gran gravedad. La confluencia de estas tres tendencias está especialmente extendida en el este de Siberia y el oeste de Estados Unidos y Canadá.
Lo que convierte un incendio en catástrofe
No obstante, muchas otras regiones también son susceptibles de sufrir incendios de mayores consecuencias, ya que lo que convierte un incendio en una catástrofe depende no solamente de las tendencias de los incendios, sino también del contexto medioambiental, social y económico.
Por ejemplo, en los bosques latifoliados templados del Mediterráneo no se ha producido un gran cambio en la actividad y el comportamiento de los incendios. Pero el creciente número de casas construidas dentro y alrededor de la vegetación silvestre en zonas propensas a los incendios es un claro ejemplo de una acción que aumenta el riesgo humano y puede conducir a una catástrofe.
La duplicación de los incendios forestales extremos se suma a una compleja imagen de los patrones y tendencias de los incendios. Estos nuevos datos subrayan la urgencia de abordar las causas profundas del empeoramiento de la actividad de los incendios forestales, como los cambios en la cubierta terrestre, las políticas y la gestión forestales y, por supuesto, el cambio climático. Así estaremos mejor preparados para estos incendios extremos, que son casi imposibles de combatir con los métodos tradicionales de extinción.
Artículo publicado originalmente en WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.