Un estudio realizado por académicos de las universidades de Reading y Durham revela que en el reino animal existe una barrera evolutiva que impide que el cerebro se desarrolle demasiado. No importa cuán grande crezca un animal, su órgano central del sistema nervioso no podrá seguirle el paso. En esta propuesta de crecimiento, el grupo de los grandes simios, entre los que se encuentra el ser humano, es la excepción.
De los múltiples enigmas que envuelven al cerebro, el del motivo de su tamaño es uno de los más estudiados. El más grande registrado en el reino animal pertenece al cachalote, con 8 kg. El cerebro del elefante africano pesa hasta 4 kg, el de una hormiga se estima en 0.006 mg mientras que el del ser humano tiene una masa de 1.4 kg.
Según las categorizaciones actuales, hay una evidente relación lineal en la magnitud del órgano del sistema nervioso. A medida que el animal es más grande, su cerebro también lo es. La teoría coincide con la mayoría de las especies, pero se contradice con algunas de talla grande. Por ejemplo, aunque la ballena azul es el animal de mayor tamaño su cerebro en promedio pesa 7 kg.
La hipótesis de la línea recta podría estar en un error. Un estudio científico publicado en Nature Ecology & Evolution sugiere que el crecimiento de la masa cerebral en relación a la masa corporal se comporta como una curva. Comienza como una línea ascendente, luego encuentra un límite en el tamaño del animal y comienza a descender. Para llegar a esta conclusión, Chris Venditti, Joana Baker y Robert A. Barton analizaron bases de datos con tamaños cerebrales y corporales de hasta 1,500 especies distintas.
“Nuestros resultados revelan un misterio. En los animales más grandes, hay algo que impide que los cerebros crezcan demasiado. Aunque queda por ver si esto se debe a que los cerebros grandes, más allá de cierto tamaño, son simplemente demasiado costosos de mantener. También observamos una curvatura similar en las aves. Este patrón parece ser un fenómeno general que se aplica a animales con biologías muy diferentes”, afirmó Baker.
Desde el punto de vista biológico, un cerebro grande representa un lujo energético que no todos los seres vivos pueden permitirse. El órgano es considerado metabólicamente activo, por lo que una parte de la energía consumida debe canalizarse hacia él para su correcto funcionamiento. Ese gasto deberá sumarse a la demanda de nutrientes que implica tener un cuerpo de varias toneladas de peso.
Los primates se separaron de la curva de desarrollo
El modelo de crecimiento con curva propuesto expone una anomalía en la evolución cognitiva de los grandes simios, incluido el ser humano moderno. La regla del comportamiento lineal o curvo parece no aplicar en ellos. Sus cerebros crecen pero no al mismo ritmo que sus cuerpos. “La selección natural ha desacoplado la evolución del cerebro y la masa corporal en los primates en un grado único, produciendo un aumento sostenido y direccional en la masa cerebral relativa durante más de 55 millones de años. Esta tendencia sentó las bases para un rápido aumento de los homínidos”, afirma el artículo.
Comportamientos distintivos de los primates, como la sociabilidad, la dieta y el dominio de habilidades de agarre o la manipulación de objetos, pudieron haber contribuido al crecimiento del órgano central y retroalimentarlo, afirman los investigadores.
Según un estudio de la Universidad de California, en el último siglo, el cerebro de los seres humanos ha aumentado de tamaño. Al revisar resonancias magnéticas de 3,226 individuos con edades entre los 45 y 74 años, se encontró que la población más joven tenía hasta un 6.6% más de masa cerebral en comparación con los adultos mayores.
Por otro lado, los grandes simios, como los orangutanes, gorilas y chimpancés, continúan sorprendiendo a los primatólogos con sus capacidades intelectuales. Solo este año, ha habido reportes de ellos utilizando remedios para curarse, haciéndose bromas entre sí, y demostrando la capacidad de heredar cultura.