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Ciencia

La OTAN contamina tanto como un país

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Mientras la OTAN se reúne en Washington con motivo de su aniversario 75, un reciente estudio del que informa The Guardian, por parte del Transnational institute, el Tipping Point North South y Stop Wapenhandel, tres centros de investigación, revela que los presupuestos militares de los países miembros de la Alianza Atlántica producen alrededor de 233 millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año. Una cifra que iguala las emisiones de algunos países enteros como Colombia o Qatar. El informe subraya cómo el gasto militar no solamente aumenta las emisiones, sino que también desvía recursos cruciales de la lucha contra el cambio climático.

Los datos muestran una correlación entre el significativo aumento de las inversiones militares entre los miembros de la OTAN (que alcanzarán los 1,340 billones de dólares en 2023) y el incremento de las emisiones de CO2 procedentes de este sector. EE UU, que ya es el mayor emisor militar institucional, encabezó el aumento con 55,000 millones de dólares, seguido de Polonia, el Reino Unido y Alemania.

Las contramedidas de la OTAN

Por su parte, la OTAN asegura que empezó a desarrollar su propia política de protección medioambiental ya a finales de los años 70, no siempre con resultados concretos. Y, al menos a partir de 2021, se esfuerza por hacer públicos sus datos sobre emisiones. En ese año, el ahora secretario de fin de mandato, Jens Stoltenberg, aprobó un Plan de Acción sobre Seguridad y Cambio Climático para la OTAN y creó un Centro de Excelencia para el Cambio Climático y la Seguridad, que algunos señalaron como una forma de “lavado verde”. Durante años, la industria armamentística ha disfrutado de una exención en materia de transparencia medioambiental, pero ahora la demanda de transparencia es fuerte, no solo por parte de los activistas. Y ahora, a medida que se van desvelando, nos damos cuenta de cuánto pesan realmente.

Hay que decir, sin embargo, que en respuesta a las amenazas rusas, parte del aumento del gasto militar de la OTAN también se ha destinado a investigación y desarrollo para hacer la defensa más sostenible. Y de hecho, como escribe un estudio publicado en Nature, la Alianza Atlántica dedica muchos recursos a la investigación sobre cuestiones medioambientales y el cambio climático. Esto se hace a través de la Organización de Ciencia y Tecnología (STO), una red de más de 6,000 científicos en universidades, laboratorios nacionales e industria. “Los países miembros y no miembros aportan unos 350 millones de euros [más de 378 millones de dólares] al año para apoyar este trabajo”. La STO también dirige el Centro de Investigación y Experimentación Marítimas (CMRE) de La Spezia y financia el programa Ciencia para la paz y la seguridad (SPS), que estudia datos climáticos para desarrollar modelos predictivos y estrategias de mitigación. “Aunque muchos proyectos son clasificados, la STO publica las investigaciones en revistas científicas siempre que es posible”, escribe Nature.

A pesar del compromiso de la OTAN de lograr la neutralidad de carbono para 2050, los investigadores del estudio citado por The Guardian creen que “ecologizar” las operaciones militares no es una solución suficiente. Ho-Chih Lin, coautor del informe, sostiene que no existe ninguna fuente de energía alternativa realista que pueda sustituir por completo a los combustibles fósiles en el ejército para esa fecha. El tradicionalmente protegido e influyente sector militar ha tardado en tomar medidas medioambientales significativas. Se calcula que la contribución de la industria bélica a las emisiones mundiales podría aumentar hasta un 25% en 2050 si no se adoptan cambios sustanciales. Sin embargo, algunas empresas del sector están adoptando objetivos medioambientales más ambiciosos y se están estudiando tecnologías de bajas emisiones, como los motores de hidrógeno y la propulsión híbrida, para aviones y barcos. Estas soluciones, sin embargo, siguen siendo perspectivas alejadas del cambio inmediato.

Artículo publicado originalmente en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.

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