A medida que los videojuegos avanzan tecnológicamente, cada vez más gente busca experiencias más sencillas que nos hagan retroceder en el tiempo. El último juego que intenta aprovechar nuestros nostálgicos recuerdos de la infancia (o adolescencia, según tu edad) se llama Crow Country, y al igual que los clásicos de antaño, consigue pintar una atmósfera acogedora con pocos medios a la vez que ofrece una historia atractiva.
El aspecto visual es lo primero que notas al iniciar esta aventura indie, y como la gran mayoría de los títulos de PlayStation o Sega Saturn de la época, los gráficos están formados por polígonos simples y cuadradotes. A simple vista, recuerda mucho a los juegos lanzados para las consolas mencionadas en torno a 1997, pero aunque su diseño es minimalista, consigue transmitir una sorprendente cantidad de detalles y emoción gracias a un manejo inteligente de las limitaciones autoimpuestas.
El género en el que se desenvuelve es el “Survival Horror”, pero desde luego no es el tipo de terror con imágenes visualmente grotescas y “jump scares” a montones, sino que aquí es la ambientación y el tono el que actúa como guía y el llegar a desentrañar un misterio que se vuelve más y más desagradable cuanto más te adentras. Puede que no sea la mejor historia que existe, pero los desarrolladores consiguen mantener la atención y el interés hasta el final.
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No revelaré demasiado sobre esa trama en sí (ya que la narrativa es uno de los mayores placeres del juego en cuestión), pero brevemente, asumes el papel de Mara Forest, una chica curiosa que viaja a un parque de atracciones abandonado donde se han producido varios sucesos sobrenaturales tras la desaparición de su fundador Edward Crow. Al principio parece que todo son cuentos chinos y nada más, pero cuanto más exploras las atracciones y las instalaciones abandonadas, te das cuenta de que hay una inquietante cantidad de verdad detrás de todos los mitos e historias.
Sin embargo, no estás completamente indefenso una vez que las cosas empiezan a desmoronarse, ya que puedes utilizar tanto objetos como disparos para defenderte de diversas alimañas. Es cierto que la experiencia se centra sobre todo en resolver puzles y participar en la historia, al igual que en juegos como Resident Evil, pero los momentos de acción añaden un bienvenido ‘break’ de la tranquilidad, y es un gustazo despejar la desagradable atmósfera con un par de fuertes explosiones y tiroteos de vez en cuando. Sin embargo, la puntería en sí puede parecer un poco anticuada y torpe para los inexpertos, ya que lo ves todo desde arriba, pero si estabas por allí a finales de los 90, te sentirás como en casa con el control ligeramente más arcaico.
Crow Country también es casi perfecto en su duración de juego. Se tarda entre 6 y 8 horas en completarlo entero, y no es demasiado corto como para que sientas que no has aprovechado tu dinero, pero sin arrastrar los pies ni estirar la experiencia. Cuando empezaron a rodar los créditos, simplemente me sentí muy satisfecho con lo que me habían dado, y dado que el precio ronda los 15-20 euros, no hay queja sobre el valor.
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Porque al fin y al cabo, Crow Country es una aventura de terror muy bien compuesta que mezcla lo mejor del pasado sin que tengamos que sacar nuestra vieja Sega Saturn del trastero. Claro que no es una obra maestra como lo fueron sus obvias inspiraciones hace 25 años, pero para quienes quieran experimentar el mismo tipo de brillantez que tuvo lugar durante la primera era de PlayStation, Crow Country es una gran opción para darse un capricho ahora durante los meses de verano.