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Por qué hacer popó en la Luna es tan complicado

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Todo el mundo hace popó. Puedes llamarle pupú o caca, dependiendo de dónde te encuentres, pero todo el mundo lo hace. Ergo, los astronautas también hacen popó (o caca o pupú). De hecho, la primera fotografía tomada por Neil Armstrong desde la superficie lunar muestra una bolsa de basura que bien podría estar llena de mierda. Los tripulantes del Apolo dejaron un total de 96 bolsas de residuos, incluyendo orina y heces, en sus seis lugares de aterrizaje. Aún permanecen allí al día de hoy; son un recordatorio celestial de que, allá donde vamos los humanos, llevamos nuestra mierda con nosotros.

Hay mierda en la Luna

Desde que se depositaron en la Luna hace más de 50 años, las bolsas de desechos del Apolo, a veces conocidas como las “bolsas de caca”, han sido objeto de gran interés y especulación. Las heces humanas están repletas de vida microbiana, lo que significa que la Luna albergó vida en su superficie durante un período de tiempo desconocido después de cada alunizaje Apolo. Averiguar cuánto tiempo sobrevivieron esos microbios en los excrementos extraterrestres revelaría tentadoras pistas sobre el misterio de los orígenes de la vida en la Tierra y su posible existencia en otros lugares. Las bolsas también plantean cuestiones sobre nuestro patrimonio cultural y el impacto ambiental en el entorno lunar, al tiempo que subrayan el intratable problema de la gestión y eliminación de los residuos biológicos fuera de la Tierra.

Estos temas son más candentes que nunca ahora que los gobiernos y los agentes comerciales han renovado su empeño en que los seres humanos vuelvan a la superficie de la Luna, potencialmente para estancias de semanas, meses o, en las visiones más optimistas, indefinidamente.

Por favor, recoja sus heces del regolito

“Si va a haber seres humanos viviendo permanentemente en la Luna, no queremos bolsas de caca por ahí”, advierte Melissa de Zwart, catedrática de la Universidad de Adelaide especializada en los aspectos legales y normativos del espacio ultraterrestre, incluida la Luna. Es antiestético. No es lo que queremos hacer. Así que la pregunta es: ¿cuáles son las normas medioambientales que aplicaremos? Actualmente no tenemos ninguna norma rígida”.

Los astronautas y los planificadores de misiones se han enfrentado a la complicada cuestión de la gestión y eliminación de residuos en el espacio desde que empezamos a lanzar nuestros cuerpos hasta allá arriba: “Cuando se habla de las funciones biológicas del ser humano, es más probable que provoquen risa que interés”, se lamentaban los autores de un artículo de 1971 sobre el tema. Pero a pesar de la naturaleza tabú del tema, el equipo subrayó su centralidad para los vuelos espaciales humanos, señalando que “los astronautas han aprendido rápidamente la importancia de la gravedad en la mecánica de la defecación.”

Una cuestión de (poca) gravedad

De hecho, damos por sentado que cuando vamos al baño en la Tierra, nuestra orina y nuestras heces se separan de nuestro cuerpo gracias a las fuerzas que gobiernan los objetos con masa: la gravedad afecta a la mierda igual que a los planetas y a las personas. Pero en microgravedad o en gravedad lunar, los desechos no se “desconectan” del cuerpo tan fácilmente, y pueden comportarse de forma impredecible en el almacenamiento, inspirando frases memorables como “fecal popcorning” (sin traducción, pero hace referencia a las palomitas de maiz), en alusión a los movimientos de la astrocaca al rebotar en los laterales de los tanques de contención de los inodoros espaciales.

Por si no lo habías entendido: “Básicamente, en el espacio un ser humano ya no tiene gravedad para ayudar a alejar las heces del ano”, explica David Munns, profesor de historia de la ciencia y la tecnología en el John Jay College de la City University de Nueva York, coautor recientemente de un libro sobre la gestión de residuos en el espacio con Kärin Nickelsen, profesor de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich. “Se convierte realmente en un problema de líquido pegajoso por la tensión superficial. Como es orgánicamente activo, hay que extremar las precauciones para asegurarse de que se limpia”.

En los albores de la Era Espacial, las tripulaciones estadounidenses se limitaban literalmente a pegarse una bolsa en el trasero cuando tenían que ir al baño, un sistema que resultó tristemente célebre por los pedazos de popó que se escapaban flotando por el módulo de mando del Apolo 10, y por la decisión del astronauta Frank Borman de simplemente no hacer popó durante más de una semana en el Gemini 7 para evitar las indignidades concomitantes.

Tecnología al servicio de tus necesidades fisiológicas

Hoy en día, la Estación Espacial Internacional dispone de inodoros con una manguera y un cabezal que utilizan la succión para eliminar la orina y las heces, proporcionando un poco más de comodidad y facilidad a los astronautas. Pero los científicos no han desarrollado un sistema circular que pueda eliminar todos los residuos biológicos producidos por los seres humanos en el espacio (orina, heces, vómitos y sangre menstrual), lo que constituye una importante laguna tecnológica para la futura exploración espacial humana.

En la actualidad, la NASA lidera el Programa Artemis, un esfuerzo internacional para devolver seres humanos a la superficie lunar, y la agencia espacial china también aspira a llevar tripulaciones a la Luna en la próxima década. Muchos líderes del sector espacial comercial, como el fundador del Virgin Group, Richard Branson, predicen que algún día los civiles visitarán la Luna como turistas. Para alcanzar estos ambiciosos objetivos, debemos deshacernos de las bolsas de excrementos, los pañales espaciales y la mierda errante del pasado, además de adoptar el aseo lunar del futuro.

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