No es nada nuevo que se sigue sumida a una ola delincuencial terrible en el Alto Paraná y el país, que la policía se encuentra totalmente desfasada, que está vigente un código penal benigno, y una justicia mercantil. Todo eso es harto conocido, hasta por el más desinformado ciudadano. Lo que sí se puede colocar como llamativo, es la actitud de todos los estamentos involucrados en lo que teóricamente implica dar seguridad. Y con hacer un somero análisis, se podrá determinar que todo pasa por desinterés o ineficiencia de líderes. Lo que restaría en determinar si esta patología de desidia en materia de seguridad, pasa por una cuestión congénita de ineptitudes en cadena o complicidad manifiesta.
El ministerio del Interior, como entidad matriz de la policía, es el principal mando policial, por lo que sin lugar a dudas es donde se tiene mayor falencia. Un ministro improvisado, y hasta incoherente, no puede dar un material diferente. Y esto se comprueba en el actuar repetido de los malvivientes, cada vez más osados.
La desidia policial es más que evidente, fruto de un descontento tremendo, ya sea por los sueldos o por la falta de infraestructura, equipos, y primordialmente el poco respaldo institucional. Sumado a lo que tradicionalmente imperó en la institución, una corrupción galopante y cómplice con los del submundo.
Al no existir liderazgo en estos estamentos, la anarquía es la regla, donde los más afectados siguen siendo los ciudadanos sin condiciones de tener guardaespaldas, vehículos blindados, sistemas de alarma o de vivir en Mburuvicha Róga.
La delincuencia campea, y ya es hora de al menos emprender acciones para contrarrestarla, pues a este ritmo, la única salida es protegernos mutuamente como ciudadanía, ante la dejadez oficial. El Ministro del Interior, el comandante de la policía nacional, y demás jefes, deben entender que dejaron de ser espectadores, y se convirtieron en actores. Hasta el momento son “telespectadores” de la vida real de crímenes violentos y robos consecutivos. Es momento de actuar, de emprender acciones que estén encaminadas a protegerá honestos de la delincuencia.
Resulta fundamental que las autoridades del orden puedan magnificar el problema por el que todos atraviesan, no solo en la región, sino en todo el territorio nacional, poniendo en práctica sencillas alternativas, como la presencia en las calles y el control de vehículos y personas. Este tipo de tareas no requiere de más elementos que la voluntad. Y todo parte de eso, de las ganas de entender que son los custodios del pueblo, y que están en sus cargos para dar soluciones a los problemas de su ámbito. No es consuelo repetir el cansino discurso, que “nos dejaron un país destrozado”, o “no tenemos nada”, que más bien pinta una incompetencia digna de ruborizar a cualquier persona con un mínimo de vergüenza. No se pide solución total a los males, si signos de verdaderos cambios, de voluntad en mejorar y no disimulos de desidia, que tanto se acostumbró.
En el Alto Paraná es más indisimulable el poco actuar de las fuerzas del orden y esto no puede pasar desapercibido por las altas esferas policiales, y la del propio secretario de Estado. Los cambios de jefes no son soluciones definitivas, pero cuando sucumbe la inoperancia, es la única alternativa. La ciudadanía debe exigir resultados, sopesando todas las realidades, y direccionando sus críticas y pedidos a la cabeza, pues si la misma es ineficiente o incapaz, poco se puede exigir a subalternos. Esto vale para el Presidente de la República, quien lastimosamente no puede pedir mucho a sus propios ministros, pues el también poco o nada ha hecho en beneficio del pueblo.